Creo que fue durante unas vacaciones de verano. O tal vez un día feriado. El caso es que no había clases. Mi amigo Juan Manuel* y yo estábamos sentados frente al monitor con letras verdes sobre un fondo negro. Escribíamos un programa en el lenguaje BASIC. Era, con mucho, el programa más largo que habíamos escrito. La culminación de todo lo que habíamos aprendido leyendo y copiando ejemplos de libros y revistas de programación. Corría el año 1987. Buena época para una buena introducción a las confesiones de un ochentero.
Llevábamos 5 horas programando. La verdad ni me acuerdo bien qué hacía el programa. Lo que sí recuerdo es que estábamos impresionados con los conocimientos que habíamos adquirido. Todo parecía fluir hacia lo que sería nuestra culminación en la programación. Habíamos logrado hasta ese momento un resultado asombroso, con “colores” (en realidad las letras verdes se convertían en letras negras con fondo verde, o parpadeaban… era un monitor monocromático), sonidos avanzados (algo así como diferentes tonos de “bip”), y un “amable robot” que hacía preguntas al usuario.
Hora de comer. Durante la comida hablábamos entusiasmados de lo poco que quedaba para terminar el programa y de cómo se lo enseñaríamos a todo mundo. Nos cubriríamos de gloria. Comimos de manera apresurada y regresamos a la computadora**.

No recuerdo si alguien la apagó, se apagó sola, se fue la luz, o se congeló el procesador. Lo que sí recuerdo es que en ningún momento se nos había ocurrido salvar, a alguno de los discos blandos disponibles, el trabajo que llevábamos. Todo el trabajo de cinco horas se perdió. Una lección temprana sobre la importancia de salvar la información y de crear respaldos de seguridad.
Especificaciones técnicas, para los melancólicos
Era una PC. Un monstruo de alto rendimiento. Muy por encima de la norma en el México de los ochenta:
- RAM: 512 KB
- Procesador: 4 KHz
- Almacenaje: Dos (Sí… dos) unidades de disco blando de 5 1/4 de pulgada de 720 KB (Sí… kilobytes)
- ¿Disco duro? ¿Qué es eso? Meses después se le añadió un disco duro de 20 MB. Pensábamos que nunca se llenaría con semejante capacidad.
- Monitor: monocromático;fondo negro, letras verdes
- Sistema operativo: MS-DOS. Arrancaba desde uno de esos discos de 720 KB. Sí. El precursor de Windows cabía en un disco de esos. Una vez arrancado el sistema operativo se podía sacar el disco, dejando libre la unidad para poder cargar otros programas.
- Todo en texto, por supuesto, aunque había disponibles algunos programas y juegos gráficos que se manipulaban con el teclado.
No hay ningún error de dedo. Esas especificaciones impresionaban a los pocos amigos y familiares que tenían una poderosa Apple II, con sus 4 KB de RAM, o una Commodore, con 16 o 64 KB de RAM*** y una unidad de cinta de audio en lugar de disco.
Mi esperanza es que, al entender mis inicios en la computación, mis lectores me comprendan cuando lleguen las confesiones de un ochentero.
Rápida cronología hacia el presente
En un momento se hizo evidente que los 20 MB de disco duro se iban a llenar rápidamente. Además, los 512 KB de RAM empezaban a ser, digamos un poco apretados. Estas confesiones de un ochentero incluyen una breve reseña tecnológica de los años noventa, los cero-cero y los diez.
Empezó entonces el ciclo de comprar nuevas máquinas. Las viejas computadoras se volvían obsoletas. En ese momento eran reemplazadas por otras más modernas.
Llegó poco después la interfaz gráfica, el monitor a color+ (¡4 colores!), la necesidad de un ratón. La época de los discos blandos dio paso a las unidades de disco compacto. Posteriormente se le dio la bienvenida al Internet con un lento y ruidoso módem. Siguieron los monitores de alta definición, Internet de alta velocidad y todo lo que hoy damos por hecho.
Las confesiones de un ochentero intentan justificarse en el hecho de que una parte de mí se quedó en esa época. La de los monitores verdes de baja definición, discos blandos y sistemas operativos de texto. Incluyo también otros rubros que no tienen que ver con la computación, o con ningún tipo de tecnología.
Las confesiones de un ochentero, en detalle

Al compararme con amigos o familiares, me doy cuenta de que en algunas cosas me he quedado atrapado en el pasado. A veces uso tecnologías que algunos tachan de obsoletas. Y que quede bien claro que soy entusiasta de los últimos avances. Pero me cuesta deshacerme de funcionalidades que me sirven, o que simplemente me gustan.
Para las confesiones de un ochentero, usé una técnica que seguramente es ya conocida por los lectores: la lluvia de ideas. Como siempre, las ideas salen de mi cabeza sin orden de importancia y las pongo como tal. Damas y caballeros. Finalmente las tan prometidas confesiones:
1.- Leo libros de papel
Mi padre, de 81 años de edad, no puede creer que yo siga leyendo libros de papel cuando él tiene una biblioteca impresionante en su Kindle. Sin embargo puedo pasar horas en una librería buscando mi próxima lectura. ¿Será que leer libros de autoayuda me ha afectado?
La satisfacción de tener en mis manos un libro de cientos de páginas vale mucho para mí. El olor y la sensación de mover las hojas con mis dedos no ha encontrado sustituto en una tableta o un lector de libros electrónicos.
2.- Uso una PC para la mayoría de mis actividades
Sí. Una PC. Una caja ruidosa conectada a un monitor (bueno… dos monitores en mi caso), a un teclado y un ratón. Con discos duros (uno es SSD, no estoy tan atrasado), y con cables por todas partes. Además, armada por mí.
Todavía no encuentro algo mejor que un teclado físico que suena con cada letra que se plasma.
Para hacer las cosas más sorprendentes, uso Linux como mi sistema operativo. Algunas veces uso una terminal con fondo negro y letras verdes (configurado así por mí). Algunos comandos son más eficientes y rápidos vía texto que con una interfaz gráfica.
Tal vez sea yo el único de mis compañeros de trabajo que todavía lleva una portátil a los viajes. Se sorprenden cuando la saco en los filtros de seguridad de los aeropuertos.
3.- Uso prácticamente nulo de redes sociales
Tengo una cuenta de Facebook. Mi interacción se limita a aproximadamente 20 minutos a la semana para darle “Me gusta” a cosas que me gustan. Eso no incluye el tiempo que dedico a mantener la página de Facebook de este blog. El que no use mucho las redes sociales no quiere decir que me molesta cuando los amables lectores comparten o dan “me gusta” a los artículos.
¿Instagram? Ni siquiera tengo una cuenta. Twitter y Google+, para este blog únicamente. En resumen, si voy a compartir contigo lo que hago con mi vida, prefiero hacerlo con un café de por medio. Si estamos lejos, el correo electrónico (ver punto # 5) es la mejor opción.
La excepción a la regla es Quora. Se me hace un sitio excelente. Ahí sí que soy activo, con 79 respuestas en inglés y apenas una en la nueva versión del sitio en español.
Soy también activo en Whatsap. Siendo una aplicación de mensajería, en algunos casos funciona como red social. Aprovechando, hago otra confesión. Para conversaciones más largas y avanzadas uso Whatsapp web, desde mi PC, escribiendo con mi teclado (ver punto # 2).
4.- Uso de ortografía correcta en mensajes y conversaciones
Siempre que escribo mensajes en aplicaciones de mensajería o correos electrónicos, uso palabras completas. Ortografía y gramática también correctas (acentos, puntos, comas, etc). Nada de abreviaciones.
5.- El correo electrónico sigue siendo mi medio de comunicación favorito
Leo constantemente que el correo electrónico está en extinción. Espero que no sea así. Me gusta mandar mensajes extensos y disfruto tener conversaciones utilizando este medio. Invito a los amables lectores a mandarme unas líneas al correo electrónico del blog. Prometo contestar.
6.- Tomo notas con pluma y papel
No me acostumbro a tomar notas en el teléfono o en la tableta (por si se habían asustado, tengo un teléfono inteligente y una tableta). Si encuentro algún dato curioso o algo digno de recordar, tomo mi libreta y mi pluma y tomo nota. Si no tengo libreta y pluma a la mano, tomo la nota en mi teléfono (o una fotografía). Posteriormente, cuando hay oportunidad, lo paso a mi libreta.
7.- Puedo estar alejado de mi teléfono celular
Conozco gente que no puede creer que no esté pegado a mi teléfono todo el tiempo. Esto es también intencional, para darme una dosis de ignorancia auto-impuesta (ver siguiente punto). Otro punto importante en las confesiones de un ochentero: no tengo instalada la aplicación de Facebook en mi teléfono.
8.- Leo el periódico en papel
Igual que los libros, me gusta el caos creado al cambiar las páginas en el periódico, así como las contorsiones que debes hacer cuando encuentras un artículo interesante y quieres comprimir el periódico para leerlo con comodidad.
Como una medida para simplificar mi vida, me gusta recibir las noticias un día después, sin preocuparme por los chismes y rumores que surgen cuando van evolucionando los hechos al momento.
9.- El café, sentado, con calma, en una taza de verdad
El café juega un papel importante en mi vida. No me imagino caminando con mi café en un vaso desechable, mi nombre escrito en él (incorrectamente), por todas partes mientras se va enfriando. En ese caso mejor lo dejo para otra ocasión.

Me siento en la cafetería, en compañía de mi familia, de mis amigos o de un buen libro o el periódico, y me tomo el café en una taza de verdad, con calma, viendo pasar la vida y la gente.
10.- Mi relación con el teléfono no es la mejor
Tal vez no debería ser incluida en las confesiones de un ochentero, ya que en los años ochenta tenía la misma aversión al teléfono. No me molesta una conversación telefónica con alguien que conozco. La aversión más bien es a llamadas a bancos, agencias, etc.
He llegado al extremo de transportarme a otro lugar con tal de evitar hacer una llamada telefónica. Si llamo al banco, me pone de nervios estar navegando por menús de números. Cuando al fin logro hablar con un ser humano (casi imposible), me hacen sudar las preguntas de seguridad que me hacen (¿qué tal si se me olvida el nombre de mi primera mascota, o mi última transacción, cantidad incluida?).
Cuando el destino me pone frente a uno de esos centros de atención con menús de detección de voz, salgo corriendo y gritando despavorido.
Dicen que es bueno salirse del área de confort de uno. Qué mejor que un trabajo que tuve en un centro de llamadas de una empresa de envío de paquetes, atendiendo las necesidades de clientes enojados, cuyos envíos estaban perdidos, atrasados, o detenidos en la aduana. No me sirvió de nada para perderle el miedo al teléfono.
Todavía hay una esperanza
Esas fueron las confesiones de un ochentero. Debo aclarar que aunque no parezca, me encanta la tecnología. A pesar de que en algunas cosas uso tecnologías atrasadas, en otras, como en este sitio, no dudo en utilizar lo último de lo último. Mi computadora siempre está actualizada con la última versión del sistema operativo, y mi teléfono cuenta con las especificaciones más avanzadas.
La diferencia es que no le veo utilidad a desechar cosas antiguas que me gustan. Una nueva tecnología no debería suplantar por completo a las anteriores. Las debe complementar. Constantemente oigo o leo pomposos anuncios que adelantan la próxima muerte de tal o cual tecnología. No debería ser así.
Los trenes y los barcos son todavía la médula espinal de las economías. El dinero en efectivo sigue siendo muy importante. La televisión, por ejemplo, todavía existe a pesar de que hay disponibles medios interactivos que ofrecen menos pasividad de parte del usuario. Se han debido modernizar, eso sí, y así es como debe de ser. Tantos intentos que se han hecho por llevar la oficina a ser totalmente libre de papel han sido infructuosos, aunque es importante minimizar su uso.
Conclusión

Tengo la sensación de que las confesiones de un ochentero harán que los lectores me vean de una manera diferente. Como un bicho raro que se quedó estancado en otra época. Como alguien que tiene dificultad para desenvolverse en el mundo actual. Pero para tranquilidad de todos, quiero aclarar que estoy bien. Me entusiasma, al igual que a los demás, cuando leo en las noticias la llegada de una nueva tecnología. Los anuncios de la muerte de tal o cual cosa o costumbre los recibo con escepticismo. El progreso no nos debe hacer forzosamente olvidar o desechar todo lo que conocíamos anteriormente.
Notas adicionales en las confesiones de un ochentero
* Para ver más detalles de esta anécdota, favor de leer la muy acertada versión de Juan Manuel, abajo, en la sección de comentarios.
** Ordenador, para los amigos que se encuentran del otro lado del Charco. Favor de usar los términos de manera intercambiable a discreción del lector.
*** La Apple II es de 1977 y la Commodore de 1982. Sin embargo, en el México de finales de los ochenta, seguían siendo los modelos familiares más populares.
+ El monitor a color ya existía, por supuesto desde hacía años, pero inicialmente su precio era demasiado alto.
Confieso que los CD’s que salieron a finales de los 80’s, los sigo escuchando :p, y comparto que no soy esclava del teléfono tampoco.
La tecnología es muy cómoda para el usuario pero aveces invade tu privacidad.
¡Es cierto! A veces basta hacer una búsqueda para recibir un montón de anuncios del tema que te interesa
Pues bien… al ser parte de esa primera anécdota, procederé a complementarla un poco: Efectivamente, durante esos primeros años de la computadora, Alejandro – que en su casa tenía un verdadero maquinón – y yo – que tenía en casa una computadora con 16 kb de memoria – nos dedicamos a aprender a programar. El mundo era otro… el GWBASIC (nombre completo de la aplicación de Basic de aquellos tiempos) era la revolución recién llegada y un aviso de lo que vendría… Después de muchas discusiones, ideamos un ingenioso programa que haría lo in-i-ma-gi-na-ble: ¡Cambiaría las funciones del teclado! Si! Las teclas que podemos ver como F1 a F12, y que hoy podemos ajustar entrando al simple menú, serían reemplazadas en sus funciones por un magnífico programa. ¿El nombre del archivo? funcambi.bas (Recuerden que en esos tiempos no se podían utilizar nombres de archivo de mas de 8 caracteres). Efectivamente, por un error lamentable, el gran programa de cómputo se perdió en el camino… Estoy seguro de que si a Steve Jobs le hubiera pasado algo similar, sería abogado o piloto (como nosotros)…
Lo que es cierto es que esos momentos de “no tanta tecnología” los llevo muy presentes con nostalgia. Hoy, todo parece estar “a la mano”: ¿quieres saber quien es el presidente de Namibia? internet. ¿quieres saber cual es la fórmula del DNA? internet. ¿quieres saber como se comporta el mercurio cuando llega a – 200 grados centígrados? internet.
El problema es que internet no nos dice como se llaman nuestros vecinos, ni como han estado nuestros amigos, ni que han hecho nuestros familiares. Por eso, estoy totalmente de acuerdo en que, las cosas modernas, deben auxiliarse de la tecnología, pero, en muchas otras, es mejor “a la antigüita”.
Un abrazo
Excelente la información adicional. Agregué una nota de pie de página para referir a tu comentario, que complementa de manera magistral la historia relatada.
en efecto, programábamos con GWBASIC. Eso sí lo recordaba. No recordaba la función del programa ni su nombre, pero en cuanto lo leí regresaron las memorias. También recuerdo que aquella máquina tenía solo 10 teclas de funciones y se encontraban en el lado derecho del teclado, y no en la parte superior.
Ni hablar… por un lamentable error el mundo progresó más lentamente.
Estoy de acuerdo. Un equilibrio entre el uso de la tecnología por un lado y las cosas “a la antigüita” por el otro es muy sano.
¡Saludos!
Qué ameno y buen artículo. Comparto contigo mi gusto por el periódico y por los libros de papel aunque tengo una kindle que utilizo diariamente. Uso whatsapp, que sirve para tener noticias inmediatas. Pero que nunca se acabe el correo electrónico. Reemplaza a las cartas que enviábamos hace años, con detalles imposibles de plasmar en tan cortos mensajes. Estoy feliz con mi smartphone pero prefiero la conversación más humana, de persona a persona y, de ser posible también, frente a un cafecito. Te felicito.
Totalmente de acuerdo.
Siento que hay cosas que son irreemplazables, como el trato humano directo, la sensación de tener algo físico en la mano y, claro está, el cafecito.
¡Gracias!
Qué artículo tan bueno y tan instructivo y ameno a la vez. Es nostálgico y gracioso leer acerca de aquellas computadoras y monitores tan poderosos, pero que ahora no son casi nada comparados con los actuales. Es cierto, llevo años oyendo acerca de la “paperless office” y cosas por el estilo, pero que nunca llegaron a desplazar lo viejito, ni llegarán.
Felicitaciones
¡Gracias!
Sí. Resulta hasta difícil entender en estos días el limitado poder de aquellos “monstruos”. Vale la pena hacer una comparación de aquella máquina con una Raspberry Pi, modelo 3, con un precio de 35 dólares:
– RAM: 1 GB vs. 512 KB – 2,000 veces más memoria
– CPU: 4 núcleos a 1.2 GHz vs. 1 núcleo a 4 KHz – 300,000 (x 4) veces más.
– Almacenaje: 64 GB (micro SD) vs. 720 KB – 89,000 veces más (disco de 5 1/4 de pulgada vs. micro SD card).
– El ya mencionado monitor monocromático vs. conexión, vía HDMI, a nuestra “televisión inteligente”
Y la comparación es con el dispositivo más humilde que se encuentra en el mercado actualmente, con el que no se pueden efectuar tareas muy demandantes.
Excelente artículo Ale, muy ameno e interesante, a mi por el contrario me encanta la tecnología, pero coincido contigo en tanto no debería morir o ser deshechada la tecnología anterior. Y también me gusta platicar con la gente de frente y un café de por medio me da flojera hablar por teléfono y prefiero en persona como antes. Saludos
¡Gracias, Claudia!
A mí también me encanta la tecnología. Lo que no me encanta es que cada vez que llega algo nuevo parece que debemos olvidarnos del mundo como era antes.
Así es que aunque parezca que estoy pasado de moda, sido disfrutando algunas cosas a la antigüita.
¡Saludos!
¡Oh si! Libros y agenda de papel. Ochentera total jajajaja. Mis lluvias de ideas y notas en general ¡papel y lápiz!
¡Completamente de acuerdo!
No hay como lápiz y papel para las notas.
¡Qué buen viaje a los ochenta!
La pantalla verde, BASIC, periodicos de papel, discusiones de café. Sin olvidar el placer de oír un disco de vinil, de principio a fin.
La kindle me gusta pero espero que a los libros de papel les quede todavía una larguísima vida, lo mismo que al correo electrónico, para mí, el mejor medio para comunicarme con los (muchos) que viven lejos.
Cómo olvidar los discos de vinil.
Recuerdo abrirlos después de comprarlos, siempre con la expectativa: ¿el protector del disco será un papel con las letras de las canciones, o será un simple plástico?
Siempre libros, muchos libros, y mi agenda Moleskine! Muchas cosas que no pasan de moda o se quedan viejas se convierten en un clásico, son para siempre. Saludos, Alejandro!
¡Gracias Ana!
¿Cómo podía faltar la agenda? Completamente de acuerdo.
¡Saludos!
Si, hay muchas cosas que nos causan tal vez un poco de nostalgia, otras siguen siendo útiles y cómodas a como aprendimos a usarlas, yo me rehusé a utilizar un teléfono “inteligente” durante algunos años solo para comprobar que si son una herramienta muy ventajosa, y pues, vimos el otro día lo favorable que es una tableta en comparación a un libro impreso en lo que a almacenamiento y precio se refiere. Un abrazo.
De acuerdo.
Hay que aprovechar los avances pero hay cosas que para mí siguen siendo cómodas a las antigüita.
¡Saludos!
Trabajo en un bachillerato agropecuario en el cual la tecnología no es para todos, muchas de las computadoras son armadas o de reciclaje. Los estudiantes tiene celulares pero en la mayoría de las ocasiones no traen datos suficientes, no contamos con señal abierta hay que conectarse con cable a la antigua en las oficinas, usamos libros de papel y en varias de las comunidades no hay señal de internet y/o no cuentan con computadora en casa. Cuando leo pienso en: wow!! Vivimos como en un mundo paralelo. Se puede vivir sin tanta tecnología y se vive más relajado, pero también es cierto que en un mundo tan competitivo es muy necesaria, y el tener poco acceso le limita de oportunidades a muchos de nuestros estudiantes.
Un fuerte abrazo, saludos.
Muy interesante reflexión.
Se debería de hacer más para que el acceso a la tecnología sea igual para todos.
¡Gracias!