Necesitaba de toda mi concentración, pero esta no llegaba. Durante ese difícil adiestramiento lograría una importante transición profesional al principio de mi carrera. Necesitaba poner el 100 por ciento. Llegando a casa, después del primer día de entrenamiento, sentía que las cosas no habían salido tan bien como esperaba. Estaba estresado. Para que las cosas mejoraran, necesitaba implementar buenos hábitos en mi rutina de los días siguientes.
La constancia como base del éxito
Hoy ha sido un día particularmente pesado. El trabajo fue duro y el ánimo anduvo bajo en algunos momentos. Llegué tarde a casa y tengo poco tiempo para el artículo del martes. Además, estoy bajo los efectos del jetlag. Mi cuerpo me pide descanso. Pero he decidido que voy a escribir. La constancia es muy importante y no quiero quedar mal con los lectores. Por ello, me reporto en esta corta entrada.
La independencia financiera es alcanzable
“Bueno: Tenemos dónde vivir. Solo falta un ingreso fijo que dé para comer.” Tan sabio razonamiento salió de mi cabeza en el año 2003. La situación era difícil: acababa de perder mi trabajo. Afortunadamente, recibí una liquidación. Esto me dio oxígeno para respirar. Así fue posible liquidar una deuda grande: el departamento en que vivíamos, comprado el año anterior. Estaba a años luz de la independencia financiera. Sin embargo, su semilla estaba germinando.
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Reporte de la desidia: ¿algún cambio?
En los principios del blog describí mi lucha contra un fantasma de mi imaginación: cumplir con la inspección anual del coche. Es una de muchas actividades que voy dejando y dejando hasta que el pánico se apodera de mí. En aquella ocasión, el asunto estuvo a punto de salirse de mis manos. Hace unos días llegó esa odiosa parte del año. Aprovecho la ocasión para dar mi reporte de la desidia, una de mis grandes debilidades.
No todo puede estar bajo control
Hace dos días salí a correr. La ruta es agradable, pero tiene un problema: hay dos puentes levadizos que se levantan cuando cruza un barco. A mí se me hace importante correr sin parar. La posibilidad de que se abrieran los puentes afectaría mi tiempo. No todo puede estar bajo control, pero sí deseaba una carrera sin interrupciones.
Un emprendedor con imaginación
A un emprendedor con imaginación se le ocurrió algo nuevo: vender monedas. ¿Es buena idea ese tipo de negocio? Nuestro pequeño héroe no lo sabía. Pero valía la pena experimentar. Y lo hizo. Tomó las monedas peruanas que su padre le había traído de un viaje y se decidió a iniciar aquella arriesgada empresa. Le daba miedo que fracasara el negocio. Sin embargo se dio cuenta de que no intentarlo era, en sí, un fracaso.
Nacimiento de un libro electrónico
En una época de mi adolescencia, tal vez para luchar contra la confusión de esa difícil etapa, tomé la decisión de escribir una novela policíaca. Para entonces había devorado infinidad de libros de ese género, que abundaban en los libreros de la casa. El día de hoy he decidido retomar ese camino que dejé de recorrer hace años. Muy pronto, amigo lector, serás testigo del nacimiento de un libro electrónico.
No dejar de intentar hasta lograr
De antemano ofrezco una advertencia: soy muy necio. También soy paciente. Mientras otros han caído, yo he seguido en pie. Pero no todo es un éxito: cuando otros cambian sabiamente de parecer, yo continúo detrás de causas perdidas. El no dejar de intentar me ha dado excelentes resultados. También me ha hecho perder tiempo valioso. Lo que puede ser una virtud se nos puede voltear.
Listos para la inevitable crisis
En casa somos sumamente organizados. Siempre estamos listos para la inevitable crisis que venga. Cualquiera. ¿Guerra termonuclear? ¿Invasión de zombis? ¿El rompimiento de la burbuja del Bitcoin? ¿Ataques despiadados contra mi persona y mi orgullo durante partidas de ajedrez a distancia? Si fuera posible lograr la perfección, ahí estaríamos.
La magia del interés compuesto
No entendía qué podía tener de positivo la destrucción de un juguete que llevaba mucho tiempo en mi cuarto. Para colmo, se suponía que debía estar contento. Mi mamá me trataba de explicar pero yo no entendía. A mis escasos cuatro años de edad, el milagro del ahorro y la magia del interés compuesto eran conceptos completamente ajenos a mí.