Concluía un viaje de aventuras y visitas a recuerdos del pasado. El valiente viajero se sentaba cómodamente en el avión que lo regresaría a su lugar de residencia: 14 horas y media nada más. Después de eso, estaría otra vez instalado en la habitual rutina. Solo un obstáculo se interponía entre su objetivo y la realidad: el jet lag.
Las eventualidades no se pueden planear
No recuerdo exactamente cuándo se me metió la idea en la cabeza. Habrá sido en la niñez, tal vez un poco después. Hace una semana realicé un proyecto que para otros era una idea descabellada. Hoy me dispongo a reseñar tal evento. Por supuesto, las eventualidades surgidas durante la realización de un sueño de muchos años tienen carácter protagónico.
El poder que da el conocimiento
“Te llaman”, dijo mi mamá. En los ochenta (y antes) el teléfono estaba en la sala, conectado a la pared (¿se acuerdan?). Lo compartía toda la familia. Cuando sonaba, cualquiera lo contestaba. Después de una pequeña plática se entregaba el auricular al destinatario. En ese momento no estaba yo para llamadas. Estudiaba para un difícil examen que tenía al día siguiente. “Voy a tu casa ahora mismo” y colgó. Necesitaba adquirir el poder que da el conocimiento. No era hora para recibir visitas.
La inevitable plática padre-hijo
Diré la verdad: me sentí agobiado. ¿Cómo pude dar tan importante consejo, tan a la ligera y sin pensarlo más de un instante? Mi cuñada me agarró en un momento de optimismo. Para colmo pasó dos veces, no una. Después de haber ofrecido tales consejos, me queda una pregunta: ¿Qué pasará cuando llegue la inevitable plática padre-hijo? No lo sé. Por eso creo que lo más sensato es prepararme desde hoy.
Los problemas reales y los imaginarios
Empiezo esta entrada reportando el resultado parcial de uno de mis primeros artículos: el de la desidia. Tristemente debo reconocer que no he terminado totalmente con el problema. Por lo menos ha habido cierta mejoría. Me he enfrentado con la dificultad de diferenciar entre los problemas reales y los imaginarios. Por ello, me ha costado atacar de frente el asunto. Aparte de eso, he dejado sin resolver pequeños asuntos que deberían ser de muy fácil resolución. Como ejemplo, va una pequeña anécdota.
Proceso de mejora constante
La familia estaba como loca. Se nos hacía tarde para ir al aeropuerto. El taxista esperaba afuera, impaciente. 6 días después, tras unas vacaciones memorables, nos encontramos con un refrigerador descompuesto. Su puerta se había quedado abierta durante nuestra ausencia. La comida se echó a perder y la casa olía mal. Conclusión: Error humano, que en el futuro se puede evitar mediante un proceso de mejora constante.
El valor de vivir en el tiempo presente
Hace un par de meses hubo un evento inesperado en la casa. Debido a circunstancias que mencionaré más tarde, terminamos adoptando una gata. A Nieve parece no importarle su pasado o su futuro. Me da la impresión de que lo único en su cabeza es el valor de vivir en el tiempo presente. Explico a continuación por qué.
Mis consejos para los negocios
Hoy empiezo con una solicitud contradictoria: No hagan caso a mis consejos para los negocios. ¿Por qué? Basta una pequeña introducción a mi experiencia como hombre de negocios. Entonces se podrán dar cuenta de que el presente artículo es más bien una forma de pensar en voz alta. Estoy seguro de que un buen número de mis lectores están al frente de empresas exitosas. Ellos están en mejor posición de darme consejos que de recibirlos. Sin embargo este es mi blog y puedo escribir en él lo que me venga en gana.
La importancia de ponerse objetivos
Mi vida ha sido en general desordenada. Así ha sido casi siempre, y así la había establecido, casi por diseño. Siempre había tenido la idea de que las cosas salen solas. A veces habían salido bien pero otras no tanto. Estaba conforme con las cosas como eran, y realmente no me había dado cuenta de la importancia de ponerse objetivos. Así, de manera algo desordenada, pasé mucho tiempo, muy feliz y muy conforme.
El complejo proceso de simplificar la vida
1991 fue un año importante. Sin embargo, cerca de cumplir los 19 años, ni cuenta me daba. Estaba a punto de tomar una decisión que afectaría el resto de mi vida. Tenía que escoger la carrera que debía estudiar y dadas las circunstancias, no tenía ni idea. La vida era simple. El complejo proceso de simplificar la vida ni siquiera pasaba por mi cabeza. Con una cabeza despejada, tomé la decisión:
Voy a estudiar Diseño Gráfico
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