Soluciones simples a problemas complejos

Soluciones simples

No lo voy a repetir. Ya escribí en otra ocasión sobre la complejidad de nuestro árbol de Navidad. Pues bien: el domingo pasado inició, como cada año, el ritual de armarlo. Como de costumbre, tuve que vencer a la desidia para decidirme. La presión ejercida por el alto mando ayudó a tomar la decisión con más prontitud. Tomé al toro por los cuernos y puse manos a la obra. Para hacerlo más llevadero, esta vez había que encontrar soluciones simples.

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No te preocupes sin necesidad

no te preocupes sin necesidad

Estaba acostado. Mi corazón latía con rapidez. El mundo se me venía encima. De repente las sencillas tareas del día siguiente se veían como obstáculos insuperables. Sobre mi hombro izquierdo, un diablito decía: “No lo vas a lograr”. Del otro lado había un angelito. Me dijo: “no te preocupes sin necesidad”. ¿A quién hacerle caso?

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Los problemas reales y los imaginarios

Los problemas reales y los imaginarios

Empiezo esta entrada reportando el resultado parcial de uno de mis primeros artículos: el de la desidia. Tristemente debo reconocer que no he terminado totalmente con el problema. Por lo menos ha habido cierta mejoría. Me he enfrentado con la dificultad de diferenciar entre los problemas reales y los imaginarios. Por ello, me ha costado atacar de frente el asunto. Aparte de eso, he dejado sin resolver pequeños asuntos que deberían ser de muy fácil resolución. Como ejemplo, va una pequeña anécdota.

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