En una época de la vida intenté hacer una rutina. Consistía en salir todos los días a correr. Por diversas razones no aparecieron los efectos secundarios del ejercicio. Faltó un orden, no hubo planeación. Mi mente creó pretextos que me hacían ver las cosas difíciles. Por ello, a pesar de que lo disfruté, no me enamoré de la idea. No sabía que la actividad física venía con un paquete de consecuencias inimaginables.
De cero a corredor en 11 semanas
Mi relación con el ejercicio
Durante casi toda mi vida la relación que habíamos tenido el ejercicio y yo había sido, por decirlo suavemente, un poco lejana.
Hubo períodos muy largos de prácticamente cero ejercicio, seguidos por períodos de actividad. Después de mucho entusiasmo, felicidad y alegría, pasaba algo “externo” que me daba el pretexto para regresar a otra época de letargo.