Llegué cansado y entusiasmado después de un viaje muy largo. Era mi día favorito de la semana: martes. Lo disfruto mucho porque toca publicar artículo y descanso de mi ejercicio. Para mi sorpresa, el autobús que me llevaría del aeropuerto a mi hotel en la Gran Manzana tenía Internet. El entusiasmo duró poco. Al conectarme me di cuenta de que el servidor que aloja este blog (y otros sitios bajo mi responsabilidad) estaba fuera de línea. ¿En serio? Ese no es el futuro que nos merecemos.
El poder que da el conocimiento
“Te llaman”, dijo mi mamá. En los ochenta (y antes) el teléfono estaba en la sala, conectado a la pared (¿se acuerdan?). Lo compartía toda la familia. Cuando sonaba, cualquiera lo contestaba. Después de una pequeña plática se entregaba el auricular al destinatario. En ese momento no estaba yo para llamadas. Estudiaba para un difícil examen que tenía al día siguiente. “Voy a tu casa ahora mismo” y colgó. Necesitaba adquirir el poder que da el conocimiento. No era hora para recibir visitas.
Echando a perder se aprende
Con entusiasmo saqué la computadora portátil * de su caja. Sorpresa: incluía estuche. Segunda sorpresa: era más delgada de lo que pensaba. La conecté. Sin pensarlo, inserté un dispositivo USB con el sistema operativo de mi preferencia (basado, por supuesto, en el núcleo de Linux). Con gran habilidad completé los pasos para la instalación. Arranqué entusiasmado mi nuevo sistema en la flamante máquina. Resultado: luces multicolores parpadeando y una pantalla negra. Echando a perder se aprende.
Estructura en las finanzas personales
Todo parecía estar en orden. Un buen trabajo, un lugar donde vivir. Empezaba las responsabilidades familiares con el pie derecho. Me visualicé desde un ángulo diferente y me sentí orgulloso de lo que vi. Error: cuando veo perfección en mí, es momento de una inevitable lección de humildad. Sin una estructura en las finanzas personales que soportara un gran peso, el castillo de naipes se colapsaría en cualquier momento.