Las eventualidades no se pueden planear

las eventualidades

No recuerdo exactamente cuándo se me metió la idea en la cabeza. Habrá sido en la niñez, tal vez un poco después. Hace una semana realicé un proyecto que para otros era una idea descabellada. Hoy me dispongo a reseñar tal evento. Por supuesto, las eventualidades surgidas durante la realización de un sueño de muchos años tienen carácter protagónico.

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Un plan B en todo momento

Un plan B

La familia estaba a bordo de un pequeño auto mal estacionado a un lado de la calle, evitando apenas afectar el paso de los otros coches. Yo me encontraba afuera del auto. ¿La razón? Estaba comprando tamales* en un puesto de la calle para un desayuno familiar en casa de mis padres. Plan sencillo: trasladarnos al otro lado de la ciudad, desayunar rico, pasar un rato de sobremesa para seguir con otros planes del día. ¿Qué podía salir mal? ¿Había necesidad de tener un plan B? Para nada.

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Propósitos de Año Nuevo en octubre

Propósitos de año nuevo en octubre

Me consta que era un jueves del mes de octubre. El lugar: un edificio en el histórico Paseo de la Reforma de la Ciudad de México. Acaba de pasar el mediodía. Lo demás son solo especulaciones. En realidad nunca recibí una reseña muy completa de tan importante evento. Conozco algunos detalles, pero nada más. Es físicamente imposible para mí saber o recordar lo que pasaba. Pero ese día sería en el futuro la fecha de mis propósitos de año nuevo.

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El hábito sí hace al bloguero

El hábito sí hace al bloguero

Me encontraba solo frente a un reto que parecía imposible. Todos me habían abandonado. No había ayuda a la vista. Desgraciadamente el hábito estaba muy inculcado en mí. Era hora de pagar las consecuencias. Esperar un rato o dejarlo tendría un resultado funesto. El reto crecía de forma exponencial, mientras el tiempo transcurría impasible.

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El futuro que nos merecemos

El futuro que nos merecemos

Llegué cansado y entusiasmado después de un viaje muy largo. Era mi día favorito de la semana: martes. Lo disfruto mucho porque toca publicar artículo y descanso de mi  ejercicio. Para mi sorpresa, el autobús que me llevaría del aeropuerto a mi hotel en la Gran Manzana tenía Internet. El entusiasmo duró poco. Al conectarme me di cuenta de que el servidor que aloja este blog (y otros sitios bajo mi responsabilidad) estaba fuera de línea. ¿En serio? Ese no es el futuro que nos merecemos.

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El poder que da el conocimiento

El poder que da el conocimiento

“Te llaman”, dijo mi mamá. En los ochenta (y antes) el teléfono estaba en la sala, conectado a la pared (¿se acuerdan?). Lo compartía toda la familia. Cuando sonaba, cualquiera lo contestaba. Después de una pequeña plática se entregaba el auricular al destinatario. En ese momento no estaba yo para llamadas. Estudiaba para un difícil examen que tenía al día siguiente. “Voy a tu casa ahora mismo” y colgó. Necesitaba adquirir el poder que da el conocimiento. No era hora para recibir visitas.

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Optimismo y pesimismo van de la mano

Optimismo y pesimismo van de la mano

El sistema de trenes en Tokio es complejo, por decir poco. Nuestro objetivo era viajar del centro de la ciudad al aeropuerto de Narita. El cálculo era difícil. Entre las dificultades lingüísticas y el haber llegado días antes desde Osaka en el tren de alta velocidad, hacían imposible saber con certeza el tiempo que nos llevaría tal travesía. En aquellas épocas el concepto de que el optimismo y pesimismo van de la mano no existía para mí. Era yo un pesimista de tiempo completo.

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La búsqueda de la improductividad

La búsqueda de la improductividad

Los domingos en la tarde eran especiales para aquel niño. Consideraba que tenía tiempo suficiente para disfrutar la parte final del fin de semana. Sus amigos estaban en comidas familiares, por lo que él estaba solo. Todavía era temprano para preocuparse. Tuvo todo el fin de semana y no había hecho su tarea. Ya habría tiempo para eso. Ahora, a sus 44 años, extraña aquellos ociosos días. Es tiempo de hacer algo e iniciar la búsqueda de la improductividad.

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La inevitable plática padre-hijo

La inevitable plática padre-hijo

Diré la verdad: me sentí agobiado. ¿Cómo pude dar tan importante consejo, tan a la ligera y sin pensarlo más de un instante? Mi cuñada me agarró en un momento de optimismo. Para colmo pasó dos veces, no una. Después de haber ofrecido tales consejos, me queda una pregunta: ¿Qué pasará cuando llegue la inevitable plática padre-hijo? No lo sé. Por eso creo que lo más sensato es prepararme desde hoy.

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Los problemas reales y los imaginarios

Los problemas reales y los imaginarios

Empiezo esta entrada reportando el resultado parcial de uno de mis primeros artículos: el de la desidia. Tristemente debo reconocer que no he terminado totalmente con el problema. Por lo menos ha habido cierta mejoría. Me he enfrentado con la dificultad de diferenciar entre los problemas reales y los imaginarios. Por ello, me ha costado atacar de frente el asunto. Aparte de eso, he dejado sin resolver pequeños asuntos que deberían ser de muy fácil resolución. Como ejemplo, va una pequeña anécdota.

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